Atravesé las dudas de los otros;
las señales absurdas y el asombro.
Me colmé de atavíos nocturnales para hallarte.
Te vi pasar por el ángulo justo
donde se parten el tiempo y las memorias.
Yo apagaba la búsqueda de un ángel de la guarda.
Ya el blanco de mi infancia
había resbalado por un túnel prohibido.
El otro que esperaba,
se quedó acorazado
con las alas mojadas y el enojo.
El sendero empezó a mostrar
las formas triangulares de la profecía.
Tú no viste mis huellas
ni el caer de mis parques bajo los zapatos.
Pasaste muy de prisa,
y obstinado,
ensayaste un camino
con tus propios reflejos.
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