Flota la niebla sobre el mar.
Flota la niebla
y es como un sueño blanco y misterioso
vagando sobre un alma entristecida;
como el vapor de un sueño melancólico
al aclarar de un triste día.
Flota
la niebla.
Sobre el mar la niebla es como
un ensueño flotando sobre una alma:
un ensueño muy íntimo, muy hondo
y muy blanco, por cuya blanca bruma
fuera temblando un desfilar borroso
de pensamientos tristes, como sombras
al través de la niebla; y en el fondo
de aquel ensueño blanco, lentas, lentas
van las barcas. Aquellas que ni al soplo
del viento, ni al empuje formidable
del vapor abandonan su reposo.
Aquellas que se mueven solamente
cuando se arquean los fornidos torsos
de los barqueros, y los remos se hunden
en el inflado vientre tembloroso
del agua.
Van las
barcas y el prodigio
de la niebla agiganta sus contornos.
Envueltas en la bruma van las barcas.
Van como pensamientos dolorosos
que huyeran al través de un sueño blanco.
Y mudas como en un cinematógrafo
se encogen y alargan las siluetas
de los que van remando con monótono,
pausado compás.
Aquellas barcas.
con su deslizamiento silencioso,
parecen los espectros de las naves
que el océano atrajo hasta su fondo.
Son como lenta procesión de sombras
tras la bruma de un velo tembloroso.
Del blanco abismo de la blanca niebla
se escapan grifos prolongados, chorros
de sonidos que vibran en el aire
con rumor de aletazos. Un sonoro
silbido arranca y de onda en onda vuela
como un grito salvaje.
Sobre el dorso
del infinito mar, la blanca niebla
duerme su sueño inmóvil.
Poco a poco
se deslizan las barcas como espectros
al través de un ensueño melancólico.