Ya regresé a tu ausencia
de puentes y reflejos,
de amplios espacios libres,
marinos. Vuelvo al aire
amargo de tus plazas,
a tus patios estrechos.
No supiste enseñarme
a perderme, te debo
los frutos más oscuros
de mi alma: el rigor
al que aspiro, el odio
a todo lo que es falso
y mi pudor, mi calma.
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