Con el vaso en la mano, mirando las montañas,
le acaricio el lomo a mi perro.
Estas montañas nuestras
del interior,
casi olvidadas de tan familiares,
casi invisibles de tan vistas,
no es seguro siquiera que no sean
enseres en un sueño.
Estas montañas hoscas
que se adelgazan,
que se ensimisman en nosotros.
Ya sólo acaso una manera
de la voz,
del paso,
del gesto.
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