Rota y muerta, Señor, tan astillada
y pertrecha y fugaz y arrepentida
y segura y dudosa oscurecida,
triunfadora y vivaz, muy humillada,
blanca y limpia, Señor, y arrodillada,
pendenciera, Señor, y consentida,
quejumbrosa, Señor, y enmudecida,
retadora, Señor, y enamorada,
voy volviendo hacia ti, mi Dios ignoto,
a morar en tu luz que no se apaga
siendo yo cada trozo de un yo roto.
A pedazos, Señor, como una daga,
como un mar de mil caras, ola a ola,
aquí me tienes, Dios, soy Alberola.
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