El muchacho era tan bello, que no era de este mundo
Era otro mundo él solo, de flor y un manojo de venas.
Lo mirabas y era aparte, lejos de ti, como un bello animal suelto,
en un universo verde de agua y de praderas
ponías la mirada en él y lo encontrabas vivo, igual que tú,
pero pensabas que era una flor, una gacela con junco, un lirio.
Querías amarlo, y resbalaba la mirada en la flor de carne,
y como miras a lo que tiene alma y venas y sentidos,
el muchacho pasaba ante tus ojos de entrega,
sin verte, sin mirarle, dando muerte a tu mundo,
con su presencia plena,
para la que no existías
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