Relente de Filoteo Samaniego

1. Transito por mi vía, vereda que me lleva hacia un único mundo, el de mi adentro.

Recodos y tropiezos pervierten la intención, la lastiman y causan sus caídas. Pero llego y acontece la idea al día.
En el tráfago cruza a la contradicción, se engaña y desengaña.

La brisa tempera sus sudores. Pañuelo de viento perdido en el viento: la brisa se lleva tan bien con la idea. Toca lo esencial, acaricia el punto, precisa el número. Sin violencias, llega y previene de su presencia; llega y no requiere impulso. Se da, subsiste
y dura una eternidad de vida exacta.

* * * * *

2. Y si digo que la pienso, que está en la materia de mis actos, comprendo mi cadena. Nadie mencionó el color del tiempo.
Pero es tiempo esclavo el del amor. Instrumento de mensura, me ha señalado la superficie del amor pensado, medida de mí mismo.

Nació la idea de Ella. Como brisa, alentó la atención. Envolvió sin ruido la marcha de los actos. Dibujó la forma del futuro
y ya no pude expulsarme a otra mente.

* * * * *

3. Tú, en la tela de música, buscas una voz y lastimas al tiempo para exigirle eso: tu nombre mismo en boca de ángel. Hace mucho no existías porque nadie te llamaba o porque lo hacían sin razón de amor. Tal vez por esa costumbre que se instala a veces en nuestros caminos de nombrar el agua sin gritarla o de mirar la aurora sin interrogarla, otros dijeron tu nombre, coincidieron con el nombre sin palparlo y sin sorpresas.

Yo llegué y aspiré. Porque te presentía; porque un sin número de brisas me advirtió que podíamos pronunciar nuestro destino
en un solo eco.

Ni la cítara fue tan acorde en manos del juglar. Ni la nube tan muelle para la voz del ángel.

Ángel sin tropiezo y sin congoja, se ha aferrado a mí tu silencio de hoja caída, de mirada de mujer.

* * * * *

4. Aflora a tu piel el tacto del esmeril y se amusga tu axila para mayor fasto de la noche que, sin aspavientos, se asoma a las pestañas. Ciñes brazaletes de oro viejo, metal del alma.

Me pides que despierte a la vendimia. La mañana me encuentra sin defensa. Tengo un miedo de aguas calmas, ajeno al correntío. Me entregas un amor de alga.

Te había ofrecido alfalfares, frutas. cereales, viento y lluvia. Te he de amar sin ataduras, sin párpados, desvestido. Cuerpo en
carne y alma en vilo.

Al comienzo hay abundancia de alicientes. Tal blandura facilita el correr del tiempo. Ajena a la calera y al yermo, te yergues en tu tallo de libélula mientras mi angustia no logra ni siquiera desmayar su intento.

El alba huele a toronjil. En la noche añoraba la alhucema. Pero es olor vegetal el de tu amor.
Olor en que se place aguaitar la salamandra. Olor que persigue la tarántula con sus ojos de obsidiana. Olor vegetal de espera y de retoño. Olor de noche de amor que sobrelleva instantes hasta el júbilo de la mañana.

* * * * *

5. Que te vuelvas nada o casi nada para que no arda el rayo en tu horizonte.

Estar en ti, contigo, es infinito estar, tal es tu fuerza de amor.

Irme de ti, si ya no puedo más ir, llegado como estoy a mi frontera.

El límite prevé o está previsto. Mas yo sobrepasé la puerta, estoy exento de nuevo querer, tanto he querido. Te he querido y ese pasado traspasa el presente, hasta la negación.

Irme de ti, dejar tu ángel y morir de sed sin tiempo de retorno, sin borde de esperanza. Agua traediza, me vino una edad contigo que embalsé en mis campos, que acanalé en mis huertos.

Qué regosto comparable al recuerdo de tu vena de agua. Tu presencia recaló mis secanos tornándolos fértiles. Generosa, llevaste los cauces de tu empeño hasta mi sed; fuiste fomento y azacán de mis tierras.

Si vino flor fue por tu gracia y ella vivió ya sin edades, flor sin tiempo.

Aun cuando te vuelvas aire, abrazaré la atmósfera con la cuenca de mi mano y quemaré sin llanto mi audacia. Tal es tu fuerza de amor, flor de agua y fruto de torrente. -Y en ambos, pura la intención de correr, de ser sin más, desposeída.

Baya o espiga, nuez o pezón, a tu fruto lo vi en cierne. Y me harté cuando reventó el gajo y se abrieron de hinchazón los escueznos.

Esencia propia y preservada, fuego y agua que andan sin vencerse. Ambos elementos y yo, cercano, para amarte.

Irme de ti, total querer, hacia mi nada…

* * * * *

6. Las manos, como súplica, palpan el reflejo, enorme lágrima caída de la nube. Hay días con zumbido de nada y noches en que se lee el tiempo, en que hendijas de luz arriban a la frente, que las huye por motivos que tan sólo la muerte sabe: gris del hábito, trazado por huellas similares, vacío de veredas.

Crin de potros de viento, formas de humo, tempestades aún tiernas, os aguardo a un costado de la vida. Que las nubes, entonces, como manos, se unan, alto gris. Para amar la flor, fomento eriales, tierra gris. Y nado en tolvaneras que me ciegan y me impulsan. Mi camino quiere lluvia y amor en lluvia.

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7. Mas, ¿dónde dejé lo esencial -prescindencia de pasión, palabra pura clarividencia- ? Entré en nueva claridad, flor de relente.

Tú me diste la mesura de mí mismo: amor pensado, oasis sin olvido del desierto, con desierto presente y tangible. Lluvias me nazcan en mi sed. Soles mitiguen el exceso. Y tú y yo pongamos la simiente del verbo por venir, flor sin flor, fruto de amor y de idea.

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