Morder
la seda rosa de tu piel
hasta el carozo del deseo
y quedarme con el zumo
entre los labios.
En las llamaradas del leño
seguir
la biografía de un poema
la trémula complicidad
de los acordes.
Y oír
en la posada del encuentro
las exigencias del alma
como un sol descorazado
y compañero.
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