Me conmueven las horas de la noche,
el vibrante rotar de sus aletas,
el singular acento de sus párpados.
Como un niño, rescatan la inocencia
transgredida entre soledad y nieve,
la libertad del mundo de los sueños.
¿O esclavos son los sueños, la memoria
que nos dirige atrás sin pasaporte,
y nos revela a cámara encendida
la terrible verdad de la mañana?
De Jacob la escalera permanece
abierta a las ventanas de los ángeles,
que bajan al dosel de los infiernos
para entrever el mito del azogue.
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